Algunos pasajes bíblicos que nos pueden iluminar para compartir la amistad como tesoro:
“Cuando David terminó de hablar con Saúl, Jonatán simpatizó con David y comenzó a quererlo como así mismo. Ese día Saúl guardó a David en su casa y no le permitió regresar donde su padre. Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque lo quería como así mismo. Jonatán se despojó del manto que llevaba y se lo dio a David y también le dio su propia armadura, así como su espada, su arco y su cinturón”. (1Sam 18, 1-4).
“Un amigo fiel es un refugio seguro; el que lo halla, ha encontrado un tesoro. ¿Qué no daría uno por un amigo fiel? No tiene precio, un amigo fiel es como un remedio que te salva; los que temen al Señor lo hallarán. El que teme al Señor encontrará al amigo verdadero, pues así como es Él, así será su amigo”. (Sir 6, 14-17).
“Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre”. (Jn 15,15).
“Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”. (Jn 15, 13).
Es buena una amistad así, no podemos renunciar a ella, ni desconfiar radicalmente de la capacidad de los demás para darla. Puede fallar, porque somos humanos, pero no podemos negarnos a seguirla ofreciendo y aceptando. La amistad es un gran bien y quien encuentra un amigo, ha encontrado un tesoro. Todos tenemos derecho a ello. Al amigo hay que pedirle que sea fiel, no hasta la primera dificultad, sino quizás hasta la muerte. Que resista la prueba del tiempo y de las contradicciones. Que no deserte, ni abandone. Y si alguien no ha sido así con nosotros, no podemos renegar de esa virtud, sino más bien comprometernos a vivirla en adelante con todas nuestras fuerzas; a la deslealtad se puede responder con fidelidad.
Cada uno de nosotros estamos llamados a descubrir ese bello tesoro que hay en las personas, en nuestros amigos, compañeros, en nuestras familias, Dios nos ama por lo que cada uno somos.
ORACIÓN POR NUESTRA AMISTAD
Gracias a Ti, Dios alfarero,
porque hiciste la amistad
y la fortaleciste con el calor de tus manos.
Gracias porque pusiste a mi lado
la presencia afable de estos amigos y las amigas
que están junto a mi
sosteniéndome en mis risas
y en mis amarguras.
Ellos aprietan entre sus manos
mis propias manos: vacías de abundancia
y llenas de necesidad.
¡Gracias, Señor por mis buenos amigos y amigas!
Amén
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